jueves, 13 de noviembre de 2014

Beber con mucho gusto: saber de vino para disfrutarlo más

Saber de vino no es algo de esnobs; es propio de personas que disfrutan del vino y sabiendo más, disfrutan más. Dicho sea para aclarar que saber del arte de hacer y beber un vino no implica necesariamente la pedantería de exhibirse como un pavo real ante los demás allí donde se descorcha una botella.  


En España se consumen alrededor de 19,9 litros por persona al año. La cifra puede crecer al ritmo que lo haga nuestro conocimiento de la viticultura y de la enología. Para beber y disfrutar más no viene mal tener un cuerpo básico de conocimientos teóricos de qué es el vino y cómo se elabora. Sigue aquí una guía básica para beber con mucho gusto.


En primer lugar, la uva, en su mayoría, es incolora y es el hollejo (piel) de la púrpura la que imprime el color tinto al vino en la fermentación (la transformación de azúcares del mosto en alcohol). Por lo tanto, y salvo algunas excepciones, las uvas negras con su hollejo son para el tinto, y las blancas para el blanco. Entre las excepciones se encuentra el blanc de noirs, vinos blancos que se elaboran con uvas tintas, pero sin hollejo. En los rosados, se mezclan blancas y tintas con parte de hollejos. 

Para diferenciar los tipos de vino, las clasificaciones más básicas son por su dulzor y por su edad. En la primera se diferencia entre secos (de 0 a4 g de azúcar por litro), semisecos (de 5 a 12 g/l), semidulces (de 13 a 45 g/l) y dulces (más de 45 g/l). Respecto a la edad, no por más viejo un vino es mejor. Pueden existir vinos muy jóvenes de excelente calidad y otros con décadas de antigüedad pero imbebibles. 

Dependiendo de su edad y del tipo de crianza, los vinos serán: 

Jóvenes (también denominados del año o nuevos): si se obtuvo en la misma campaña que la que indica el etiquetado. Semicrianza: cuando han pasado un pequeño tiempo en recipientes de madera. En este caso se debe indicar el tiempo exacto. También son llamados coloquialmente “roble”. 

Crianza: han pasado 2 años de crianza, en los que al menos 6 meses han sido en barrica. 

Reserva: en el caso de blancos y rosados, las condiciones serán como en los crianza. Si son tintos, deberá haber sufrido una crianza de 3 años, de los que 12 meses han sido en barrica. 

Gran Reserva: estos vinos deberán tener una crianza de 4 años, con seis meses en barrica en el caso de blancos y rosados. Los tintos pasarán 5 años de crianza y un mínimo de 18 meses en barrica. 

Estas indicaciones pueden variar ligeramente dependiendo de las restricciones de la Denominación de Origen. 


Una D.O. es el nombre de una región, comarca, localidad o lugar determinado que haya sido reconocido administrativamente para designar vinos elaborados en la región y con uvas autóctonas, y cuya calidad y características se deban, fundamentalmente, al medio geográfico. 


Primero se trabaja la vista, después el olfato y, por último, el gusto. Hay que tener en cuenta que los enólogos y catadores llevan años de práctica y son capaces de recordar infinidad de olores –el ser humano puede almacenar hasta 10.000. 

La vista. Debe fijarse en el color, el volumen y el movimiento (la lágrima que deja el líquido en la copa). Es entonces muy útil realizar la cata sobre una superficie blanca en la que resalten los colores. Los vinos blancos y rosados se observan desde arriba, tomando la copa por el pie, mientras que a la hora de catar tintos habrá que ladear un poco el continente. 

El olfato. Inicialmente, con la copa quieta, se encuentran los aromas de salida que informan sobre los métodos de crianza. Después habrá que agitarla un poco, para rescatar los aromas principales que destacan la personalidad. Por último se encuentran los aromas de fondo, que necesitan algo más de tiempo para ser descubiertos. 

El gusto. Permite saborear el vino en su plenitud. 


Es recomendable tomar antes los jóvenes que los viejos, los blancos que los tintos, los fríos que los atemperados y los secos que los dulces. Si son del mismo estilo, mejor empezar por aquellos con menor graduación alcohólica. 

En casa tenemos que pensar si existe una copa para cada vino. Un jerez se tomará en una de oporto, algo menor a las de vino blanco; la riesling, más pequeña y con poco abombamiento, es perfecta para blancos jóvenes y sin madera; y las más amplias serán para tintos jóvenes o blancos con crianza. También existen las copas de Burdeos, más grandes que las de cerveza para que el vino se airee; y las de Borgoña, todavía más abiertas para apreciar el bouquet –sensaciones olfativas de un vino de crianza en su punto óptimo. 

Para almacenarlos, habrá que guardarlos en penumbra y con la botella en horizontal, para que el vino entre en contacto con el corcho. 

Solo queda la armonía con los alimentos. En cuestión de gustos, las posibilidades son también infinitas y por eso invitamos a salirse de la rigidez del blanco para pescado y el tinto para carnes y así descubrir los gustos propios de cada uno. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario