Llegó a la oficina hace ocho días. Un envase de color gris, o algo así, y con forma de torpedo. Tardé dos días en abrir tal envase. Bueno, la mayor de las verdades es que yo jamás podría abrirlo. Entre un fontanero, que recibió un reserva de Ribera del Duero de premio; el portero de mi edificio, que siempre tiene premio, y dos artilugios a los que llamaban llaves de no sé qué (no me acuerdo cuál era el nombre) encontraron la forma de sacar la botella de vino de su encierro. Pues era una botella de vino y un cadáver también era. Que para algo la imagen de un esqueleto humano con calavera y todo ilustra tal botella. Hoy, listo para servir, catar y beber. El vino se llama, al parecer por alusiones (Humphrey Bogart), «Desconfío de la gente que no bebe». Un vino con buena dosis de frescura, muy fino, repleto de fruta roja, puro equilibrio pese a ciertas notas de toffee y magnífica relación calidad-precio. O sea, un gran vino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario