'Stepping sobre uvas', siesta entre viñedos y bodegas rockeras. Toma nota de las paradas imprescindibles para demostrar que el vino mola. Y mucho.
Leticia Echávarri — Con las cañas formando ordenadamente en la barra de cualquier bar, los tintos de verano desplegándose en cada terraza y las insinuaciones de última hora de los gin tonics, no siempre es fácil descubrir que lo que en realidad llevas buscando toda tu vida, lo único que aplacará tu sed para siempre, es una copa de vino. Y si en algún momento te lo has planteado, el peaje ha consistido en tortuosos rituales que algún maníaco decidió denominar catas y enigmáticas conversaciones donde una ha de manejar términos tan insondables como taninos y retrogusto con la naturalidad de quien pide un tercio. Más allá, la nada. Jamás nadie entró al bareto de moda y se encontró a la tribu de turno bebiéndose unas copas de vino y, aunque alguien asegura haberlo visto, todavía se busca al ejemplar que, camuflado entre botellines y minis, se tomó un crianza en el último concierto de Arcade Fire. Pero esto está cambiando. Y la culpa es de unas cuantas bodegas, dos o tres festivales y algún que otro iluminado que han decidido que el vino, por qué no, mola.
En 'Terapia antiestrés para entender de vinos' lo explican muy bien. Lo firma la entendidísima Maite Corsín, y le pone imágenes la ilustradora más hipster del mundo vinícola, Marta Botas. Corsín nos cuenta cómo sobrevivir a nuevas etiquetas, nuevas zonas, nuevas uvas... sin que vuelvas a pensar que lo tuyo con el vino es una historia imposible. Su método no se basa tanto en conocimientos adquiridos como en utilizar las herramientas naturales de cada uno: look que te identifica, olores que te ponen y etiquetas que te entran por los ojos. El vino según tú; lógico. Puedes llegar al fondo de la cuestión con el test del final del libro, pero aquí tienes un adelanto: si lees Vogue, tienes un corazón hipster y, cada vez que te pierdas, te encontraremos en un festival... empieza por aquí:
Si quieres pisar uvas descalza, echar la siesta entre viñedos y disfrutar de tu bautismo como bodeguero en una romería de campo de los más fina, apunta: se llama Evento Sarmiento, se celebra en el Bierzo y consiste en un fin de semana enocultureta organizado por las generaciones más jóvenes de las bodegas locales. Este año, los encargados de ponerle banda sonora a esta congregación de 'sarmienteros' fueron Pájaro Sunrise y Delorean. Así que ve apuntándolo en tu agenda como uno de los planazos obligados del próximo otoño.
Si tus ritmos circadianos te piden guerra al caer la tarde, lo tuyo es la vendimia nocturna. Vamos, coger racimos a mano y a la luz de la luna. Bodegas Vihucas, en Toledo, es ya una veterana en la materia, y se curra los preámbulos. Expos de pintura y fotografía, recitales de poesía, conciertos de jazz o flamenco y un par de copitas para ponerte a tono. A las doce, y bajo las estrellas, pistoletazo de salida para una larga y entretenida noche de vendimia.
Madrid, Círculo de Bellas Artes: 12 horas de música alternativa en directo, djs y enobarras... Así es el enoFestival, que ya se ha convertido en un clásico entre los amantes de la música independiente que echan de menos disfrutarla con vino. La pasada edición contó con Julio de la Rosa y Fabián, y daba la bienvenida a The Winemakers, un grupo de músicos de sobra conocidos como Juanma de Los Elegantes o Pilar de Haya, quienes, con este proyecto, reivindican que la música también puede beberse en copa. El guiño: la banda cuenta con sumiller, Juancho Asenjo, uno de las mayores eminencias nacionales en la materia. Y este año se sumaba al panorama festivalero Ribeiro son de Viño con La Habitación Roja, Modelo de Respuesta Polar, Fabián.... y mucho vino. Organizado por la D.O. Ribeiro y desde O'Grove, en Pontevedra, se presenta como el festival indie más vinófílo del panorama gallego. Y seguirá dando que hablar.
Garnachismo a tope
Comando G, en Cadalso de los Vidrios, es una bodega tan inquieta como sus tres inquietos fundadores, Fernando García, Daniel Gómez Jiménez-Landi y Marc Isart, unos jóvenes con mucho rigor vinícola y otro tanto entusiasmo que -como buenos superhéroes- decidieron rescatar una uva dejada a su suerte por tierras de Madrid, de nombre garnacha. Localizaron cepas viejas en la Sierra de Gredos y ahora se hacen llamar 'garnachistas', llevan camisetas que la reivindican y crean con ella vinos tan estupendos, originales y coherentes con su filosofía como La Bruja Avería. Puedes descubrirlos en la Fiesta de la floración que organizan por primavera y donde hacen la puesta de largo de la añada entre amigos, organizan botellones -en este caso, por el tamaño de las botellas que descorchan- y disfrutan de la buena música; a veces, la suya propia... por algo le dan al bajo y la guitarra entre uva y uva.
Con algún socio en común (Marc Isart) hemos de suponer que Bernabeleva, en san Martín de Valdeiglesias, también comparte códigos éticos y estéticos con Comando G: más loas a la garnacha y otras tantas a la albillo con la que hacen los blancos, procesos tradicionales que incluyen animales, estiércol, biodinámica y ciclos lunares, y un logo inspirado en la diosa de la caza al estilo Princesa Mononoke. También hay camisetas en camino. Si los llamas y reservas, te sacarán de paseo por sus viñas y descubrirás sus uvas vintage en su hábitat natural.
Musiqueros y teatreros
Si Sonorama es el consagradísimo festival musical que se celebra en Aranda del Duero, su coordinador, Javier Ajenjo, es el embajador enomusical que mejor ha sabido aunar ambos conceptos en las Bodegas Neo de Castrillo de la Vega (Burgos) de las que es socio, y que ahora estrena nuevas instalaciones. Entre ellas, el equipamiento indispensable para toda bodega hípster que se precie: su propio estudio de grabación y muchos amigos para llenarlo. En suma, viñas viejísimas con jovencísimo espíritu y vinos acordes: el ya mítico Neo, El arte de vivir, Disco o Crazy Tempranillo entre ellos.
Pero de las tablas también bebe el buen vino, y los de La Calandria (Navarra) son gente de la farándula -con un curioso teatro mecánico de marionetas, Hnos. Oligor- que se echó a las tierras de la Ribera Navarra para dar salida a sus inquietudes culturales desde el viñedo. Garnachistas de corazón estos también, y con vinos tan geniales como Cientruenos, del que dicen que es un "Garnacha Nº5", o el 'rosadico' Sonrojo que, cuentan, huele a "fresas, a golosinas, a los ositos rojos", ya se están haciendo un hueco en nuestro corazón.
A su manera
Javier Rodríguez es un romántico que se ha propuesto atender 'personalizadamente' cada cepa aquejada de yesca -un hongo que de momento no tiene cura-, aplicando el único tratamiento existente hasta la fecha: propinarle un hachazo, colocar una piedra en el centro y procurarle así más oxígeno hasta que el hongo se debilite. Con las cepas supervivientes de su viñedo de Toro acaba de crear un tinto gafapasta -su caricatura está en la etiqueta- tan especial como las uvas que lo han alumbrado: Tras la yesca.
Francesc Grimalt, otro gran rescatador -éste de una uva mallorquina descatalogada como la Callet-, y Sergio Caballero, músico y codirector del Sónar, se liaron la manta a la cabeza hace ya unos años para hacer un vino ultrarrespetuoso con el entorno y las varietales. El nombre de la bodega mallorquina, 4kilos, viene de los cuatro kilos que se gastaron en alumbrar el proyecto; como Steve Jobs, salieron de un garaje... y con su innato estilo propio -trotamundos apegados al terruño y a las videocreaciones- acabaron ocupando un establo de ovejas. Allí nacieron las diversas añadas de 4kilos y 12volts, un tinto que, ya lo indica su nombre, recarga las baterías.
En Laguardia (La Rioja), el nombre, Tentenublo, proviene del repique de campanas que se utilizaba en los pueblos para alejar el granizo durante la época de la maduración de la uva. Y es que Roberto Oliván es joven pero sabe mucho de bodegas y de tradición... la sombra de La Rioja siempre ha sido alargada. Hasta que un buen día decidió hacer lo que le dio la gana: desde buscar zonas remotas, con suelos especiales y climas extremos, en la ya consagrada Rioja (un poco como buscar encajeras de bolillos en los Campos Elíseos), a colaborar con la agencia de diseño Calcco en las etiquetas -muy cachondas- que siempre quiso. El resultado, vinos superlimitados, superespeciales y por momentos garnachistas, como El escondite del ardacho, con etiqueta neorromántica, lacre, papel de seda, conocimientos, buen gusto y sentido del humor.
Y, para sentido del humor, el de The Wine Love, también en la Rioja. Experimentan con los procesos de elaboración, redescubren varietales o cómo tratarlas, muestran audacia y respeto a partes iguales, y viajan en furgonwine. Sus vinos son tan totales como No phone (que procede de un viñedo donde no hay cobertura), o Gran cerdo, a mayor gloria de los banqueros que les negaron un crédito con el que quería elaborar precisamente este vino. Fue un superventas.
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