lunes, 22 de diciembre de 2014

Navidad y vino

Uno se pone a buscar datos para respaldar una idea preconcebida -la de escribir sobre la relación entre el vino y las fiestas navideñas- y pronto se da cuenta de la relativa futilidad de tal empresa. Originales tradiciones, vinos festivos, recetas atractivas... pues hay poco. En toda España y en todo el mundo cristiano el vino forma parte importante, qué duda cabe, de las tradiciones de esta época que a unos les parece entrañable y a otros insoportable. Pero, en general, se bebe vino, y punto: las tradiciones específicas son mucho más para la comida. Con dos excepciones importantes: el espumoso y el ponche.



En todo el mundo que tiene los medios suficientes para hacerlo se aprovecha la menor ocasión navideña y de Año Nuevo para brindar con champaña de Champaña francesa. (Antaño decíamos siempre 'champán', y lo seguimos diciendo. Lo que sucede es que los Libros de Estilo, como el de EL MUNDO, se inclinan por u retorno al más puro y correcto 'champaña'...). En el caso de España, esto es tan reciente como casi inesperado -ya que somos productores de un buen competidor, el cava-, hasta el punto de que desde hace dos años somos el noveno país importador de genuino champaña en el mundo. 

Ni siempre fue así, ni siquiera el cava catalán dominó siempre el escenario español. Durante muchísimos años de la autarquía, fuera de Cataluña, las clases medias y humildes no brindaban con cava sino, como bien recordamos los que crecimos en los años 50 y 60, con sidra achampanada asturiana. De ahí el viejísimo chiste: "Este año hemos bebido champán de la Viuda". "¿Por qué, es que se ha muerto el Gaitero?". 

Hoy no sólo consumimos mucho cava de mejor calidad que el de antaño y mucho champaña, sino que vamos aprendiendo a no emplearlo -en su versión `semiseco', generalmente tan atroz- tan sólo para el ritual brindis, sino para presidir -ya en plan 'brut nature', y a veces hasta de añada- todo el aperitivo o buena parte de una comida de Nochevieja: con los langostinos o cigalas que se devoran en cualquier lugar de España, o con el besugo con cebolla y patata que unas poquísimas familias madrileñas castizas aún consumen, un buen champaña con algo de cuerpo, de ésos que emplean sin recato las uvas de pinot noir y pinot meunier, es inmejorable. 

Eso sí, nuestro gozo en un pozo: se dice que los productores de la Champaña van a tener que tirar precios para sacar sus ingentes 'stocks' preparados para festejar la llegada del 2000 y que no se llegaron, ni mucho menos, a vender... pero habrá que esperar. Habrá que esperar al menos a que pase la Nochevieja próxima y a que se convenzan de que tampoco la celebración del 'verdadero milenio' les va a aliviar los inventarios. 

Bien, pues ésa es una tradición: no tan vieja ni tan extendida en España, como hemos dicho. Pero el champaña es un vino de creciente consumo durante todo el año. Para buscar algo más específicamente navideño no tenemos (salvo que los internautas que se acercan a elmundovino.com tengan más noticias que darnos: ahí está La Sobremesa ) más que los diferentes ponches. 

Entre rito religioso, probablemente de origen pagano, y necesidad en la época más fría del año en el hemisferio norte, los ponches sí que forman parte de muchas mesas navideñas en Europa. No tanto, por cierto, en España, aunque nos llegan muchos datos de tradiciones de varias regiones. Pero está claro que -el frío manda, o al menos mandaba antes del ominoso cambio climático- es cuestión de las tierras del norte del continente. 

Se puede especular con la calidad de los vinos (tintos, en general) que en la Antigüedad y el Medievo llegaban hasta allá para servir de base a aquellas bebidas que eran casi guisos de brujas o alquimistas. Pero una vez completada la mezcla, tampoco importaba mucho... Es una tradición particularmente clara en las áreas sajonas, y quizá menos (que sepamos) en las eslavas. Los británicos hablan de wassail (palabra anglosajona) o más sencillamente de 'mulled wine'; en Alemania y las zonas germanohablantes es 'Glühwein', y 'glögg' en Suecia: de ahí el 'grog', que es el nombre que llegó a otras partes de Europa como Francia. 

Vino caliente al que se han agregado azúcar o miel, clavo, canela, peladura de naranja y de limón y que se sirve en un gran recipiente, el ponche es el símbolo del festejo navideño para ls europeos del norte. Quizá por eso las 'curdas' en las calles de la fría Estocolmo siempre han sido, en estas fiestas, mucho más tremendas que en las de Nápoles o Madrid... 

Uno les recomienda más un poco de buen champaña (Salon, Roederer, Krug...) que un mucho de mal espumoso o de embriagador y sepetentrional ponche. Pero tampoco con excesiva moderación: caramba, que llegamos al 2001, nada menos. Felices Pascuas y próspera odisea en el espacio a todos, desde elmundovino.com. Y que hagamos juntos el recorrido.






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