Hoy en día se trabaja en acercar la cultura del vino a las mujeres, principalmente como consumidoras, pero tan importante o más que trabajar la venta en este nicho de mercado, es dar a conocer su importante presencia en el mundo del vino. Poner en valor, empoderar, todas estas cosas de las que se habla hoy en día y que, nos gusten o no, son necesarias para que no pasen desapercibidos los logros y el trabajo de muchas de ellas.
Si existe un vino “de mujer” sin duda, ese es el champagne. Me gusta pensar, de ahí la intención de este post, que lo es por su complejidad y no por la frivolidad que también le caracteriza, ni porque crea que exista un vino “de mujer”.
Decía Voltaire que el champagne era el único vino que hacía más bella a la mujer que lo bebía. Beberlo, según otros, hace brillar más los ojos de la mujer y vuelve su rostro más luminoso. Todo esto, me parecen tonterías, sinceramente, lo que está claro es que el champagne se ha convertido en el vino femenino por excelencia, aunque lo más importante es que es un vino que marida a la perfección con todo tipo de comidas, es moderado en la cantidad de alcohol, y sus burbujas agradan y refrescan el paladar.
Pero ¿por qué se dice que el champgne es un vino femenino? Lo cierto es que algunas de las grandes marcas llegaron a lo más alto debido al esfuerzo y trabajo de sus propietarias, calificativos que hoy en día se atribuyen a esa clase de personas tan de moda como son los emprendedores. Mujeres muchas de ellas que después de enviudar, continuaron dirigiendo solas las bodegas, convirtiéndolas en símbolos de excelencia, de lujo y de glamour: las viudas del Champagne.
Las viudas del Champagne
Fueron mujeres visionarias en una época en la que la mujer no contaba para nada. ¿Cómo puede ser entonces que haya habido a lo largo de la historia tantas viudas al frente de estas casas de champagne? Desde luego, el hecho de que en Champagne las mujeres hayan gozado siempre de ciertos derechos, lo ha favorecido y facilitado. Por ejemplo, el primogénito, ya fuera hombre o mujer, era quien heredaba el viñedo. Además, la propiedad de la viña se trasmitía de cónyuge a cónyuge y en caso de fallecimiento del marido, el viñedo pasaba a pertenecer a la viuda. A partir de ese momento, la viuda podía decidir si utiliza o no el término veuve (viuda) delante de su apellido o del de su marido.
Con este soporte legal se entiende mejor que tantas mujeres al enviudar decidieran tomar las riendas de las casas de champagne heredadas de sus maridos, amparadas por los derechos que las leyes y costumbres que esta zona les reconocían. Aunque su gran mérito reside en haber conseguido el respeto de los hombres de negocios del resto del país, algo complicado en estas épocas.
La viuda de Clicquot-Ponsardin
La más conocida de las viudas del Champagne es Barbe-Nicole Clicquot Ponsardin, la viuda del regidor de Reims nacida en 1777. Al morir su marido y con solo 28 años tomó las riendas del negocio y, además de sacar adelante la empresa, aportó grandes avances a la vitivinicultura. La viuda de Clicquot-Ponsardin hizo crecer el volumen de negocio y, sobre todo, aumentó el prestigio, hasta convertir su marca en una de las marcas de champagne más importantes del mundo. Una de sus máximas fue no bajar el precio de las botellas, el champán era un producto de calidad que debía ser pagado por los clientes. En homenaje a ella,
la Maison Veuve Clicquot Ponsardin denominó La Grande Dame a una de sus cuvées más apreciadas.
Pommery
Jeanne Alexandrine Louise Melin se casó con Louis Pommery en 1839, y juntos compraron un gran inmueble con tres pisos subterráneos que había servido de cárcel, una cava que, al poco tiempo, fundó la casa de Pommery. Enviudó a los 39 años y se hizo cargo de la parte de su marido junto a otros socios, comenzando una vida llena de viajes como la mejor embajadora de la empresa. Con una clara visión comercial, hizo que la casa abandonara la línea de vinos tintos para dedicarse en exclusiva al champagne y esa misma visión de negocio, innovadora respetando la tradición, la llevó a dirigir la producción de bruts en un tiempo en que se apreciaban champagnes muy dulces. El Pommery Nature se convirtió en un gran éxito y Louise comenzó a comprar viñas y emprendió la obra de una nueva bodega. Sin duda fueron unos grandes cimientos, ya que en la actualidad la casa pone en el mercado anualmente seis millones de botellas nacidas de 300 hectáreas de viñedo propio.
Bollinger
Las guerras tuvieron también una gran presencia en la vida de estas mujeres así, Lilly Bollinger, dirigió su casa durante los difíciles años de la ocupación de Francia por Alemania que incluyó el saqueo de grandes cantidades de botellas y destrucción de viñedos. Su sensibilidad en la cata y buen ojo para los negocios lograron que sacara a flote la Maison Bollinger. Hasta su muerte ocurrida en 1977, la empresa duplicó su tamaño. Una de las anécdotas más famosas dentro del mundo del champagne es la protagonizada por Lilly Bollinger al ser preguntada por un periodista en qué circunstancias prefería tomar champagne, atención a la respuesta:
“Sólo tomo champagne cuando estoy feliz o cuando estoy triste. A veces lo tomo cuando estoy sola. Cuando tengo visitas lo considero obligatorio. Me entretengo con él cuando no tengo hambre y lo tomo si la tengo. En otras ocasiones nunca lo pruebo, a menos que tenga sed”.
Suzanne Gosset Paillard
Suzanne Gosset Paillard es el alma de la casa Gosset, casada con André, se hizo cargo de la bodega cuando él fue llamado a filas durante la primera guerra mundial. Suzanne constituyó el pilar de la casa en tiempos muy complicado, cuando los bombardeos de la segunda guerra destruyeron la mayor parte de sus instalaciones. Viuda desde 1955, dirigió la casa hasta su muerte. A ella se debe la presentación del champagne rosado en botellas transparentes, algo que después incorporaron muchas otras marcas.
Otras grandes mujeres
La casa Roederer había nacido con el nombre del fundador, Dubois, en 1776, pero fue su sobrino y sucesor, Louis Roederer, quien la llevó a la fama, conquistando el mercado ruso y americano de la época.
CapturaEran los años dorados, cuando llegó a comercializar la cifra que hoy se mantiene de dos millones y medio de botellas. Le sucedió su hijo del mismo nombre, pero por un tiempo tan corto, que sólo le dio tiempo de inventar el famoso Cristal, aunque no es poco.
Será su hermana Uonie quien se encargue de sostener el pabellón en los tiempos difíciles, cuando el comercio ruso se pierde por la revolución del 17. Y será su nuera Camille, viuda desde 1932, la que durante cuarenta y dos años dirija enérgicamente la firma, incrementando el viñedo como ya hemos visto que hicieron otras mujeres. Camille Olry-Roederer superó la revolución bolchevique en Rusia y la prohibición de alcohol en los Estados Unidos. Actualmente, Frédéric Rouzaud, bisnieto de Camille, dirige la empresa con un sello inconfundible.
Hay muchas más, Mathilde Perrier, viuda de Eugene Laurent, Marie Louise de Nonancour, Veuve Soyez, tantas y tantas mujeres que han participado en la creación de grandes imperios de vinos de calidad y de glamour. Lo dejamos aquí por hoy, aunque seguro que seguimos hablando de ellas en otra ocasión.
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